El agua cristalina de Miami


El agua cristalina de Miami

El otro día tuve tiempo de sobra y bajé a la playa a hacer paddle board.

Desde que creé mi cuenta de Instagram para repasar la actualidad con mis seguidores, el tiempo se me esfuma, pues leer noticias ya no es una acción egoísta sino se vuelve algo compartido, porque me urge comentar todo lo que aprendo con ellos.

Siento que mi vocación se ha vuelto informar aunque todavía esté en un limbo profesional, ya que en una semana concluye mi visa de trabajo y tendré que irme de Miami, y dejar mi trabajo. La decisión de irme de Miami no surgió por obligación federal, sino por obligación moral.

La cantidad de medios de nivel excelente, son vastos en Estados Unidos. En mi país, no tanto.
Hace unas semanas subí un comentario que señalaba "lo más leído" en diarios peruanos, y fue deprimente confirmar lo que creía, lo más leído era trivial, insignificante, e intrascendente. Me chocó, porque siendo peruana, quiero que mi país prospere. No significa que yo tenga la fórmula para solucionar la desdicha, la corrupción y la falta de educación, pero siento que agregar mi granito de arena, puede ser más que un granito de arena, puede ser una semilla para que crezca un lindo Sequoia.

Todos mis pensamientos surgen cuando bajo a la playa y observo el agua cristalina de esta ciudad encantada, mágica, y llena de palmeras. Miami me fascina, y ocupa gran parte de mi corazón. La otra gran parte la ocupan mi familia, mis amigos y mi ciudad, Lima.

Mientras navegaba con mi tabla paddle, en la taza de té que era el mar, desconectada de todo excepto el mar, y su brisa, me sentí en paz. Me sentí feliz, plenamente feliz, porque lo que hago, me parece fascinante.

Encontrarle propósito a la vida a veces se vuelve borroso, pero les prometo, que todo cobra sentido cuando haces por otros. Lo que a mí me parece interesante, lo que a mí me atrae, no tiene porque atraerle a otros, la cuestión es encontrar algo que nos motive, ese algo que nos ilusione, que nos de mariposas en el estómago, al igual que el amor.

Me cansé de remar y me senté en la gigantesca tabla, floté como por una hora, y regresé a la orilla para subir a mi piso, ducharme, e ir al trabajo.

Salí sonriendo, por dentro y por fuera.

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