El poder de las palabras


El poder de las palabras

Mi trabajo actual, está coloreando las ideas incipientes que tuve por mucho tiempo. De a pocos puedo apreciar como mis ideas toman forma y se convierten en pequeñas piezas de arte. Puedo vislumbrar cómo el lienzo revela más de mil palabras.   

Parte de mi oficio consiste en recibir a personajes interesantes, y muchas veces encantadores para las entrevistas del show. Tratar con personas que han logrado lo que se han propuesto y más, me motiva de una manera fantástica, es un sentimiento díficil de poner en palabras, aunque puedo decir que me hace levitar en ideas. 

Durante mi tiempo libre, me dedico a explorar todas las ramificaciones de lo que aprendí al conocer a estos personajes. Al indagar sobre estos temas novedosos, florece mi imaginación; al dormir, esas flores viven en mis sueños, y al despertar las meto en mi bolso, y llevo conmigo a donde vaya.

 Debo agradecerle al internet, a esa una nube genio con piel de vaca, por todo el conocimiento que ofrece. Claro, es comprensible la necesidad de evitar navegar por las manchas negras. ¡Qué lujo tremendo el poder explorar las partes blancas!-que abarcan la gran mayoría de la nube-. Yo nunca he visto una vaca negra con manchas blancas, ¿y tú? 

 Me acuerdo con precisión el día en que mi asesora de tesis de la universidad me expresó algo, algo que para mi fue de tanta influencia, que me ajustó los pasadores para caminar a paso firme por la vida, sin tropezar por miedo al juicio ajeno.

 Estaba en la oficina de mi asesora universitaria, que no por coincidencia, también era mi profesora favorita. Ella tenía una forma bien cruda de presentar las cosas, con sátira, pero a la misma vez brillantes, sin más.

Mi profesora estaba revisando uno de mis ensayos, que trataba sobre la globalización, para ser específica; demoró unos diez minutos en leerlo, que a mi se me hicieron eternos, mirando el techo y pensando cuánto más demoraría. Al concluir la lectura me miró, y me dijo que yo tenía unas ideas sobresalientes y que le daba esperanza en la juventud, pero que para ponerlas en práctica necesitaría explicarlas mejor, ya que ella me entendía porque venía asesorándome desde hace mucho tiempo, y por eso captaba la intención de mis oraciones empapadas de estilemas, bromas, y laberintosos caminos para llegar a la conclusión. Asimilé en ese instante que para que el resto me comprenda, debería de expresarme con más claridad, ya que mis ideas eran únicas y no debería de echarlas a perder. 

 Esa reunión fue, para ser exacta, hace unos tres años, y desde entonces, no hay día en donde no me esmere en aprehender todas las palabras que cruzan mi andar: palabras con las que me topo en artículos y con las que me encuentro en conversaciones, y en películas, y en reuniones, y en lo que sea que incluya palabras (e.g. la envoltura de un chocolate). Si no entiendo la palabra, la busco ipso facto, y escribo una pequeña oración con ella para intentar memorizarla. A veces triunfo, pero otras, (muchas veces), las olvido en un abrir y cerrar de ojos. Sin embargo, no me quedo con los ojos cerrados, y cuando tengo ese chispazo que me despierta el interés, recurro a mi biblioteca de palabras.

 Mi biblioteca de palabras es mágica, la cuido con mucho cariño, y me protege. La llevo conmigo a todas partes. Está dentro de un folder, en mi celular. 

Sin duda que tener un buen vocabulario se siente como tener una artillería llenesita de todas las armas que puedas necesitar para defenderte, sin si quiera pensar en algún tipo de agresión. El uso cotidiano de las armas de fuego debería de estar férreamente prohibido. Pienso que la millonada que se dispone para la compra de armas, tendría que ser invertida en educación, y en plantar árboles: no hablo para un país en particular, sino que hablo para el mundo entero.

Hay momentos en donde me siento impotente por no lograr todo lo que me propongo, siendo la mayoría de mis metas de carácter bienaventurado para la gente, y no para mi,y por eso quiero, con más razón, lograrlas. Pero, yo solita, con dos manos nomás, a veces pierdo la paciencia en un rincón, al cual acudo, minutos u horas después a recuperarla, y así continuar con mis metas.

Señores, quisiera decirles, de nuevo al parecer, que mis sueños, mis sueños son bonitos; son lo que uno interpreta al oír la palabra, o al leerla. Qué entienden cuándo digo: "ese postre fue un sueño, lo más rico que he probado jamás". ¿Ven que el significado de sueño es dichoso? 

Las palabras, tienen significante y significado, el significante es la palabra-literalmente-, y el significado se lo da el contexto, y el contexto lo creamos nosotros. Por eso mismo, insisto, que la palabra sueño tenga como significado también, la realidad, porque se debería de soñar para después replicar eso que anhelas al dormir, durante las horas despiertas.

No vacilo en afirmar que si todo el mundo tuviese la posibilidad de vivir con un almanaque de palabras, sería mucho más fácil curar todos los males que pudren tantos lugares del mundo. 

Soy curiosa, y mi curiosidad es mi profesora, me acompaña a todas partes. Me detiene cuando algo es confuso para encontrarle el sentido. Me manda a descubrir el mundo con mapa, y a veces sin mapa; a pasear por desconocidos lugares de distintas naturalezas, que reitero, colorean mis ideas, que se aproximan de a pocos, a convertirse en mis pequeñas piezas de arte. Agradezco mucho a mi profesora Curiosidad, a la nube con piel de vaca, y a mi buena suerte, ah, y a mi familia claro, la cual equivale a mi buena suerte.  

Quisiera terminar este texto de ideas, citando a Alex Grijelmo, el rey de la lengua española y del uso correcto de las palabras: “Invertir en el idioma y la educación requiere mirar a largo plazo y mantener el empeño. Y la política de hoy en día no ve más allá de la siguiente campaña electoral”.


Cariños y feliz semana. 

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