"Sube a las nubes por la escalera azul"


Era uno de esos días fríos de invierno en donde la neblina se incorporaba a las nubes y juntas formaban un gigante manto blanco. Un manto espumoso que se esparcía a lo largo de todo el cielo limeño. Si trepabas una escalera de mas o menos dos mil escalones, llegarías a la densa capa de neblina. Al insertar tu cabeza a través de ella podías llegar a contemplar la población de mariposas y abejas que habían decidido escapar la desequilibrada vida urbana y vivir al otro lado de la neblina. A esa población de insectos que decidió mudarse a vivir en paz bajo el sol. 

Sin duda que la actividad de ascender al cielo y ver más allá de la neblina era una popular distracción del estresante tráfico y sus ruidos escandalosos. Ya que el clima limeño era decadente como ningún otro, el negocio de alquiler y venta de escaleras sólo crecía. El negocio se encontraba en su pico pues vendía excesivamente bien. Por ese, motivo los vendedores de escaleras eran de los más acaudalados de Lima. El último modelo de escalera a la venta ya incluía tomacorrientes  y entrada para USB. También había modelos con iluminación para los escaladores nocturnos apasionados por ver la luna y las estrellas.

 Sin embargo, había un problema, y era que la actividad de trepar al cielo no contaba con buenas medidas de seguridad. No pocas veces, escaladores apresurados que tenían poco tiempo para subir pues los esperaba el médico, o tenían cuidar al perro del vecino; habían caído estrepitosamente sobre los saltarines que había colocado la policía peruana en las pistas como medida de seguridad para el "Escalamiento a las Neblinas de Lima". Las medidas de seguridad sí funcionaban porque la policía había invertido no poco en comprar miles de saltarines. Pero, los escaladores que caían desde las nubes, rebotaban tan alto y disparejo que en muchos casos no caían de regreso sobre las camas elásticas para lentamente parar, rebotando cada vez menos, sino que descendían hacia cevicherías, pollerías, o lugares populares por el estilo. Las caídas de los escaladores causaban escenas teatrales, descabelladas.

El martes pasado leí en El Comerciante sobre el caso de la señora Lucha de las Rosas Mosca, quien escalaba apresurada, a contrarreloj, y a quien ese día le había salido todo un poco muy mal. Lucha era una trepadora habitual. Estaba inscrita en el paquete mensual e iba dos veces por semana después de su café de mediatarde. Le gustaba mucho la actividad, la encontraba placentera. Había veces donde subía con su gato Pelusa en el bolso. Sucede que el miércoles pasado, el día del incidente, de las Rosas Mosca estaba tarde. Debía trepar con agilidad y rapidez para poder regresar a casa a tiempo, sacar las papas de la olla y empezar a licuar la Huancaína para su marido. Si no tenía listo el plato para las seis de la tarde, su esposo entraría en una crisis existencial y lloraría a mares –una vez lloró tanto que Lucha tuvo que comprar cien esponjas para absorber la mediana inundación que causó su histriónico marido, Justino–.

El día del desplome, Lucha escalaba apresuradísima, además, tanta papa a la huancaína había incrementado su gravedad y al ir a paso tan rápido e intenso, uno de los escalones reventó y ella perdió el balance. Descendió como una bazuka hacia uno de los saltarines. En cuanto al peligro, gracias a los cielos, no le hizo hueco al saltarín porque sino iba directo al desagüe que la esperaba debajo de la cama elástica. 

Lucha rebotó hacia los cielos después del primer descenso y cayó a mil por hora sobre la mesa de un grupo de cantantes coreanos "Kandy Bearz" quienes saboreaban un picante Chupe de Camarones. Debido a la feroz velocidad de su caída, la mujer causó una explosión atómica en la olla central del Chupe. Instantáneamente, potentes chorros de la picante sopa se dispararon en todas las direcciones y en especial hacia los ojos de los cantantes.

Los cantantes no entendían lo que pasaba y chillaban en su idioma, sacudían las manos como pidiendo ayuda o sacudiéndose el chupe. Entonces, entre alaridos y movimientos descoordinados, llegó la ambulancia y los trasladó de emergencia a la clínica. En pocas palabras se les arruinó todo. No lograron presentarse hacer sus conciertos, y menos ir de paseo por las Catacumbas del Centro de Lima que tanto anhelaban ya que se vieron obligados a pasar los siguientes tres días con lentes de sol por la inflamación ocular que padecían. Parecían cuatro moscas atómicas.

El peligro que acechaba la ciudad limeña no era sólo el de las caídas estrepitosas, sino también el del crimen organizado que burbujeaba como agua hirviendo, que crecía sin cesar. 

Mientras se recuperaban, el grupo coreano no tuvo mejor plan que ver las noticias y tratar de saborear las insípidas gelatinas de naranja del hostal donde se hospedaban. Pasaban el día prendidos frente al televisor, como hipnotizados. Uno de los reportajes que vieron fue el de un grupo de asaltantes que robaban sin piedad a los peatones de la misma zona donde se alojaban. No hablaron. Siguieron comiendo su caldo de pollo y gelatina mientas observaban las escenas tan gráficas crimen peruano. 

A las cuatro de la madrugada, sonó una alarma de incendios, pero solo en los sueños de los integrantes de Kandy Bearz. Y así, en un abrir y cerrar de ojos, los cantantes se levantaron a la misma vez. Mientras se quitaban los enterizos de dormir cuchicheaban algo. La banda se vistió en automático con sus conjuntos especialmente confeccionados para sus conciertos por el Perú. Sus atuendos eran, por decir poco, exóticos. Fueron confeccionados con una combinación de bordados inca, lentejuelas y letras coreanas neón. Segundos después, ya vestidos, los integrantes del grupo se miraron fijamente a los ojos y asintieron. Ya veían bien, veían increíblemente bien.

 Esa noche Kandy Bearz había despertado a una magia que les cambiaría la vida. Después de la escandalosa caída de Lucha, el Chupe y la recuperación, les había llegado una visión nocturna que sorprendería al país y al mundo entero.

Salieron a merodear las calles del barrio y no dudaron en perseguir al primer sospechoso que vieron caminar a paso rápido frente a ellos por la acera tenuemente iluminada. A pesar de no hablar el idioma, lograron hacer que el hombre sospechoso voltee; apenas los vio vestidos de lentejuelas brillantes entró en un ataque de risa que no le hizo nada de gracia al grupo. Sin poder explicarles el por qué a todo esto, los cantantes ya sabían que este hombre llevaba fajos de dinero escondidos debajo de su camiseta, seguro lo presintieron con su instinto, tenían claro que había robado. Lo aprehendieron los cinco a la vez y lo llevaron a la comisaría, que para suerte de ellos, quedaba al frente del hostal donde se hospedaban. 

 Estaba de turno el oficial Gallinazo López, quien al ver al grupo de coreanos entrar sujetando por los brazos y piernas a este señor peruano, pensó:  "me patina el coco, esto es un sueño". El oficial no comprendía la peculiar situación en donde una banda de cantantes coreanos vestidos de lentejuelas y tejidos Inca le habían traído a un sospechoso. 

 A pesar de todo pronóstico, el Gallinazo era un adepto a la tecnología porque veía Netflix como ningún otro y había, entre otras cosas, aprendido a dominar el Google Translate para hablarle a su amante rusa a quien había conocido en Máncora. Se conocieron en un hotel de medio pelo mientras comían ceviche, ambos sentados en su propia mesita para uno. Ella regresó a Rusia, pero siguieron en contacto. El Gallinazo soñaba casi todas las noches que se mudaría a Rusia, pero se levantaba al sonido de su alarma para ir a trabajar a la comisaría. López no era de lo más brillantes, pero no le costó mucho comprender la situación que se le presentó. Al ver a Kandy Bearz sudando y sujetando a este hombre como paquete, y al supuesto criminal bastante amedrentado, sudando frío. El Gallinazó respondió: 

"A ver, a ver cómo hago"

"Hablen, speak, talk, parler, digan algo, tik tok", sustuvo Lopez apuntando con su teléfono a Kandy Bearz

El grupo dijo en unísono que había capturado a un ladrón porque repentinamente habían desarrollado una visión detecta-ladrones. A Lopez se le agrandaban los ojos mientras leía las traducciones que aparecían a tiempo real en su teléfono. El Gallinazo, impactado del inaudito evento, no encontraba explicación. ¿Un grupo de k-pop se convierte en los salvadores de la ciudad? ¿Cómo?

El Gallinazó observó al sospechoso y concluyó rápidamente que sí era el ladrón. López nunca había vislumbrado suceso similar. El oficial se quedó tan asombrado del descubrimiento de los cantantes turistas, que los invitó a tomar un café a su casa para indagar más sobre el acontecimiento, con la ayuda de su celular, claro.

Lucha pasó la semana entera en reposo y por esa razón Justino tuvo que tomar el cucharón y cocinar. Cuando llegó el día de preparar el Ají de Gallina, Justino hizo todo por recordar la receta que había visto a su esposa preparar por tantos años. Mezcló todo lo que pensó que llevaba la receta y lo licuó para después introducirlo al horno. Finalmente le salió un plato distinto,  quedó como un soufflé de pollo, amarillento. Claramente falló haciendo el original porque no le salió para nada parecido al plato mágico de su esposa, pero era lo que había. Lo comieron felices en su salita viendo el programa de Laura Oso. 

Paralelamente, Kandy Bearz se convertía en la revelación de Lima, acaparando todas las portadas de los diarios y noticieros. El policía había contactado a los medios más importantes para una conferencia de prensa en la chicharronería La Esquina, donde les contaría a detalle el peculiar caso de este grupo coreano mientras saboreaba un cerro de jalea mixta. 

–Lucha, ven mira. El canal 5 está pasando un reportaje de unos cantantes espías, ¿no me vas a decir que esos coreanos con el policía no son el grupo al que bañaste en chupe de camarones?–

–Justino, ¡por dios! Es cierto, tienes razón. Los chinos se han vuelto los salvadores de la patria al parecer–.

–Ay mi Luchita, si no eres un pedacito de cielo, les caiste encima y los hiciste renacer. Van a salvarnos de las desgracias que abundan como mosca en nuestro país–.

–Justino no hables bobadas, seguramente han usado su tecnología del otro lado del mundo y con eso se han puesto a atrapar a los bandidos. ¡Qué tendrá que ver mi caída del cielo y el chupe de camarones!–

Lo que Luchita no sabía es que a la media hora vendrían decenas de canales a tocarle el timbre porque todos querrían verla, analizarla, cuestionarla, descubrirla. Lucha ahora era como un milagro en carne y hueso. La señora había creado a una nueva especie de humanos que tenían una visión policial virtuosa e insobornable. Todo esto mientras Kandy Bearz no cesaba de capturar a todos los ladrones, criminales y mafiosos del país. Hasta National Geographic y CNN habían tratado de contactarla para hacer un documental del suceso. Pero ella, estaba más interesada viendo el show de Laura Oso y cocinando sabrosos platos peruanos. 

Al primer sonido del timbre, pensó que sería el vecino. No entendía por qué le tocaban el timbre a esa hora del día.

–Ay Justinito, qué raro que nos toquen el timbre a esta hora, voy a ir a ver quién es, ya me preocupa.–

Cuando abrió la puerta vio cientos de micrófonos y escuchó un estruendo de voces. Lucha no sabía a cuál micrófono responder. Entonces decidió que primero debía advertirle al público que no intensasen repetir su caída, que ella no tenía nada de mágico y que seguramente había sido el Chupe del restaurante de la Avenida Aviones lo que le había dado superpoderes a los cantantes coreanos.

Ese día fue la primera entrevista de Lucha.  Lo que la mujer no sabía era que ese año recibiría llamadas telefónicas y tocadas de timbre cada diez minutos. En menos de 24 horas la mujer se volvió un ícono internacional. A los pocos días ya se vendían polos con su cara. La gente se tatuaba su nombre. Asimismo, la banda coreana se dedicó a componer canciones sobre ella. Todos la glorificaban. Su toque, o mejor dicho caída, fue milagrosa. Entonces, fue así como la caída de Lucha le dio superpoderes al grupo de cantantes y el país mejoró de un modo astronómico. La inseguridad se redujo tanto que el Perú llegó al primer puesto del ranking de países más seguros del mundo. El grupo coreano no demoró en aprender el idioma. 

Y así, el país fue mejorando. Fue una mejora rápida, inesperada y feliz. El turismo no solo aumentó, pero ese año se triplicó. Por otro lado, los turistas que venían de todos los rincones del mundo ya no temían caminar por las calles porque Kandy Bearz también se había multiplicado. La banda había inaugurado una escuela para policías. Instruían a sus alumnos con avanzadas técnicas coreanas, con las tácticas más asombrosas para capturar a criminales. La seguridad de la ciudad se tornó en otra. Ahora sí había seguridad, y funcionaba.

Pocos meses después, con lo que había ahorrado, Lucha se puso un hotelazo de seis estrellas y vivió feliz para siempre atendiendo a los huéspedes como a los hijos que nunca tuvo. Y así es como Lucha se convirtió en una señora realmente feliz. Ella quería a sus huéspedes como a nadie. Los saludaba a a la hora del desayuno, se encariñaba de ellos y lloraba a la hora de despedirse. Los mejores chefs de Lima querían trabajar con ella. El hotel se convirtió en un destino lujoso y hermoso que todos anhelaban por conocer. La actividad de escalamiento al cielo se volvió también un respetado deporte y se oficializó. Lucha participó en los juegos Panamericanos de Escalada al Cielo y no ganó medalla alguna, pero hizo sonreír a muchos, en realidad a todos.

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