En mi vida pasada fui un ave

De pronto me encuentro en un mar desconocido. Floto como muertito y miro el cielo azul. Tengo miedo de qué habrá debajo mientras me concentro en mirar el despejado cuerpo celeste sin nube alguna. Respiro y confío en que no aparecerá un tenebroso animal acuático para acecharme sin reparo.

Por alguna razón que no logro descifrar, el miedo al mar me ha llevado a concluir que en mi vida pasada fui un flamenco. Un elegante y rosado flamenco que vivía en la bahía de Paracas y que un buen día fue cruelmente tragado por una foca. Por ende, al entrar al mar siento cierta paz que se pierde segundos después al recordar que de pronto podría aparecer un tiburón o un pez gigante por el estilo. Un animal con dientes filudos listo para cercenarme a bocados mientras yo grito sin éxito porque mi voz se convierte en un hilo y mi cuerpo se pierde en las olas, en la espuma y en el movimiento del gigante azul.

El mar siempre me ha dado temor y a la vez una pasión inenarrable que me hace gravitar hacia él. Sin embargo, últimamente, ese sentimiento que me envuelve al entrar al mar, me persigue en ciertas actividades cotidianas. Me pregunto si será algo bueno. ¿Estaré emocionada? ¿Será ese escalofrío un signo de que estoy viva? He leído a Descartes unas cuantas veces y recuerdo la esencia de lo que escribe. Discúlpenme si los decepciono pero no soy de las que te narra autores, fechas, frases, estrofas y números de páginas. Me gusta más la gente que acepta que no es más inteligente que un robot.

Descartes decía que porque pensaba sabía que existía. A mí me parece un poco exagerado reducir nuestra existencia a la actividad de pensar, pero, por otro lado, veo que la mía literalmente avanza sobre lo que pienso. Si tengo miedo me siento así. Si tengo tristeza me siento asá, y si tengo felicidad me siento de otro modo y hago dependiendo de como me siento. Y me siento porque algo estoy pensando que me llevó a sentirme así. Por ende, si le encuentro algo de lógica a la teoría de Descartes. Quizás no debería ponerme a dudar sobre las teorías magníficas de filósofos de tan alto calibre intelectual, aunque ya que no conozco ley que lo prohíba, lo haré. La existencia para mí, es una combinación de pensamientos, ganas y acciones. Las ganas a veces son netamente físicas, las acciones pueden no tener motivo y los pensamientos, perenne factor, quizás sean la esencia de todo. No puedo afirmar nada. Sigamos.

Pienso mientras continúo flotando en el mar. Pienso que quizás pronto aparecerá un tiburón. No sé si ese pensamiento es el que confirme que estoy viva o el miedo que viene con el pensamiento de que quizás pronto aparezca ese semi-dinosaurio a comerme sea el que valide mi existencia. No sé. ¿Qué diría Descartes?, eso tampoco lo sé. Sin duda sería interesante hablar con él, pero siento decirles que lo veo imposible. Uno, ya murió, y dos, no creo en los videntes. No necesito que alguien venga a decirme que en el año 1602 vivía en el cuerno de Africa y sembraba plátanos y que en mi próxima vida fui mejor amiga de Tolstoy, pero oh qué raro, decidió no mencionarme en sus libros porque fui la única a la que guardó en secreto. Tampoco necesito que me cobren por inventarme ese pasado peculiar. Yo si algo, tengo una imaginación alocada y puedo creerme mis propias fábulas, siendo una de ellas que fui un elegante flamenco rosado en mi vida pasada y que mi muerte fue rápida, fue una muerte fugaz al ser devorada por una gorda y hambrienta foca. Sin embargo, viví tan feliz durante mi corta vida, que la pasión por el mar persiste hasta ahora. No sé en qué vida me encuentre, pero sí sé lo que siento cuando entro al mar. Creo fehacientemente que es porque fui esa ave rosada tan sabrosa para esa foca que no tuvo piedad.


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